1810 - 25 de Mayo - 2010 : Bicentenario de la Revolución de Mayo
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La Asociación de Entidades Periodísticas Argentinas (ADEPA) dio a conocer hoy su Informe Anual sobre Libertad de Expresión, en el que marcó cómo la pobreza le quita ese derecho esencial a muchos ciudadanos , se lamentó por la falta de acuerdos democráticos y denunció una vez más las dificultades de convivencia de los medios con el poder político.
En su informe, Adepa hizo hoy un “llamado a la reflexión a los distintos estamentos del poder político” y denunció que la libertad de expresión “sobrelleva uno de sus momentos más críticos desde la recuperación democrática”, al tiempo que apuntó a los medios del Estado por haberse “transformado en herramientas de militancia obsecuente y persecutoria”.
Además, la entidad manifestó sus coincidencias con la Iglesia, en favor de buscarle soluciones a la pobreza, ya que “hay una amplia franja de argentinos que tienen hambre, están desocupados y muchos son víctimas del narcotráfico, situación que no admite indiferencia ni más desacuerdos”, dijo.
En ese aspecto, en el Informe que brindó durante la 142º Junta de Directores, el presidente de la Comisión de Libertad de Prensa e Información, Carlos Gamond, Adepa señaló su coincidencia con “la tarea que se realiza desde la Pastoral Social de la Iglesia” para buscar soluciones y para que la libertad de expresión no se convierta “en una entelequia, cuando se carece hasta de elementos esenciales para una subsistencia digna”.
En el Informe, los editores de diarios describieron que el momento político institucional que atraviesa hoy la Argentina está “huérfano de acuerdos democráticos, con conflictos que afectan las relaciones entre los poderes del Estado” y recordaron que los mismos “acarrean una patológica incertidumbre social”.
Además, expresaron su repudio a los obstáculos que hay en el nivel de diálogo entre el Gobierno y la prensa y reiteraron que “pocas veces” se ha visto tal “nivel de intolerancia ante la información, la opinión y la crítica”.
“Por eso ADEPA llama a la reflexión”, agregó el Informe. “Es necesario que los distintos estamentos del poder político expresen en los hechos y con claridad su vocación por respetar la convivencia, el disenso y el diálogo democráticos. De eso se trata la libertad de expresión”, añadió.
También la entidad manifestó que el sistema político establecido en la Constitución Nacional “para relacionar a mayorías y minorías” aparece hoy “desarticulado en compartimentos corporativos, en los cuales desfallecen las expectativas y se acumulan urgencias de la sociedad civil”.
Para ADEPA, “la libertad de expresión sobrelleva uno de sus momentos más críticos desde la recuperación democrática”, ya que el periodismo ha “padecido” lo que calificó como “una inédita campaña de descalificación por parte del poder político, lo que además de poner en evidencia la falta de argumentos racionales revela un comportamiento objetable”.
En ese sentido, el Informe también criticó el rol de los medios del Estado y dijo que resulta “inédita” su “abusiva utilización para fines partidarios. Ya no desempeñan el rol que corresponde a los medios del Estado y se transformaron en herramientas de militancia obsecuente y persecutoria”, agregó.
Sobre el caso Papel Prensa, la entidad “rechazó” lo que se percibe “como una estrategia oficial de intervenir en el mercado de papel para diarios, cuya producción y libre comercialización es la mejor garantía para el abastecimiento de los mismos, tal como lo demuestra su funcionamiento”.
Por último, recordó que ADEPA había advertido sobre las inconsistencias de la Ley de Medios y dijo que “los sucesivos fallos que han suspendido sus efectos confirman los reparos constitucionales planteados oportunamente por nuestra entidad‘, ya que una Ley ‘no puede desconocer principios y garantías fundamentales, vulnerar derechos adquiridos ni otorgar al poder político facultades discrecionales sobre los medios”.
“Hemos dicho que la Libertad de Expresión deviene de la decisión colectiva de vivir en democracia”, añadió.
Al respecto, el Informe indicó en su último párrafo que la conmemoración del Bicentenario de Mayo “es una circunstancia apropiada” para recordar que, entre otros grandes ideales, fue un proceso que “consagró el derecho a la libertad de expresión para todos los habitantes del país”.
La Asociación de Entidades Periodísticas Argentinas (Adepa) publicó hoy una Solicitada en los diarios de todo el país en la que rechazó el propósito "superfluo, anacrónico y perverso" del gobierno nacional de "controlar al periodismo" y reinvindicó, de modo "perdurable", el rol de control que ejerce la ciudadanía, "a partir de sus propias preferencias".
El texto de Adepa, titulado "El rol de los medios", también señaló que el Gobierno pretende "enmascarar su objetivo de controlar al periodismo para adocenarlo" a través del Observatorio de Discriminación en los Medios, del Inadi, al que se reflotó, según su punto de vista, "para transformarlo en una herramienta que le garantice -son sus palabras- un relato mediático que brinde cabida a todas las opiniones".
Según la Solicitada, el propósito de control resulta "superfluo", porque los medios ya lo llevan a cabo "desde siempre, depositando en la conciencia pública la confianza de su propia libertad".
En cuanto al calificativo de "anacrónico", la entidad que nuclea a los editores señaló que se ignora las expresiones de periodismo "ciudadano" que convierte "la intención controladora en una caricatura de dominación".
Por último, Adepa señaló que el propósito gubernamental también es "perverso" ya que la "confrontación permanente como estrategia de poder conduce a la fragmentación social y al enfrentamiento discriminatorio que dice querer evitar".
Este es el texto completo de la Solicitada:
"El gobierno parece haber elegido a los medios de prensa como enemigos a vencer. Una mirada suspicaz le hace ver conspiraciones por todas partes y creer que la cobertura periodística de los fenómenos sociales encubre fines de alteración del sistema institucional.
"Pretende el gobierno enmascarar su objetivo de controlar al periodismo para adocenarlo y lo hace traicionando el sentido del reflotado Observatorio de Discriminación en los Medios, del Inadi, para transformarlo en una herramienta que le garantice -son sus palabras- un relato mediático que brinde cabida a todas las opiniones.
"Se trata de un propósito superfluo porque eso es, precisamente, lo que los medios hacen desde siempre depositando en la conciencia pública la confianza de su propia libertad.
"Es anacrónico, también, porque la multiplicidad de expresiones que posibilitan las nuevas tecnologías y han hecho de cada ciudadano un periodista en potencia, convierten a la intención controladora en una caricatura de dominación.
"Y es perverso porque ignora que la confrontación permanente como estrategia de poder conduce a la fragmentación social y al enfrentamiento discriminatorio que dice querer evitar y del que, casualmente, debería ocuparse el Inadi.
"En su diversidad, la prensa argentina ha dado sobradas muestras de ecuanimidad, objetividad y equidistancia pudiendo exhibir una trayectoria democrática que, en muchos casos, abarca las vicisitudes patrias a lo largo de más de un siglo.
"Adepa apela a una mejor comprensión oficial del rol del periodismo que no está para servir a los gobiernos sino a las instituciones y la ciudadanía que, con sus preferencias, ejerce el único control perdurable de los medios como un derecho natural.
"Toda otra pretensión está condenada al fracaso", concluye.
FOPEA no rechaza en absoluto la creación de observatorios de medios que releven la cobertura que éstos realizan sobre distintas temáticas. Menos aún la participación en los mismos de instituciones académicas. Pero sí le preocupa la presencia gubernamental en este instrumento con la potencial amenaza de que desde allí se presione o intente calificar o censurar a aquellos medios o periodistas que no reflejen lo que el Gobierno pretende.
Tampoco es indiferente que la iniciativa oficial surge justo después del duro enfrentamiento que hubo entre el Gobierno y sectores del campo y donde los medios -públicos y privados- se convirtieron en uno de los escenarios predilectos de esa puja. Como tampoco pasan inadvertidas las críticas del Gobierno nacional a los medios que mostraron posturas diferentes a la suya, ni el manejo informativo que se hizo en ciertos vehículos del Estado.
Además, FOPEA reclama que, de seguir con esta iniciativa, se aborde la problemática sin prejuzgamientos ni prejuicios, con criterios objetivos, rigor metodológico, transparencia y pluralismo, y se evalúe tanto los medios públicos como a los privados.
Pero, desde FOPEA queremos llamar a la reflexión a las autoridades nacionales sobre qué objetivos se persiguen en la creación de este observatorio y recalcar que las experiencias más enriquecedoras que se han dado en el mundo cuando se utilizaron estos instrumentos fueron justamente producto de iniciativas ciudadanas de organizaciones de la sociedad civil -muchas veces con participación de las instituciones académicas- y sin la presencia de los respectivos gobiernos.
En virtud de lo dicho, este Foro, que representa a más de 220 periodistas de todo el país, solicitará una audiencia con la presidenta Cristina Fernández de Kirchner para presentarle un documento sobre todas las acciones que el Gobierno Nacional puede realizar para contribuir a una verdadera mejora del periodismo argentino y su rol en la democracia.
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Tiempo Argentino /Clave Editorial
Hacía un año que el gobierno de Alfonsín había asumido cuando Burzaco empezó a desconfiar.
Raúl Horacio Burzaco dirigía el diario Tiempo Argentino desde su fundación a fines de 1982, cuando agonizaba la dictadura. El diario funcionaba en Lafayette al 1900, en las instalaciones de La Opinión, de Jacobo Timerman, expropiadas por los militares.
Tras el fracaso militar, el matutino había jugado para el candidato peronista Ítalo Luder. Ante el nuevo panorama político abierto el 30 de octubre de 1983 con la victoria radical, Tiempo Argentino destilaba cierto tufillo opositor a las narices sensibles de la administración Alfonsín.
No se sabe bien en qué momento fue, pero Burzaco comenzó a notar casualidades reiteradas. Él escribía los editoriales políticos de los domingos y, muchas veces, se iba los viernes de la redacción palpitando alguna primicia.
Para su sorpresa, el sábado mismo leía en algún diario de la competencia lo que creía que era su hallazgo, aunque almibarado o distorsionado para beneficio oficial.
Cuando notó que circunstancias similares se repetían semana a semana no lo dudó. Llamó a un comisario amigo de la Policía Federal y le transmitió su inquietud: “Me parece que me están pinchando los teléfonos. ¿Tendrá algún especialista para que me revise las líneas?”.
Cuando dos técnicos de la Federal llegaron con sus maletines hasta el despacho de Burzaco, los periodistas de la redacción creyeron que eran operarios de ENTel para una revisión de rutina. Nunca se enteraron de que esos dos hombres, sumados a otros policías de civil que esperaban afuera, encontraron una perla a la vuelta del diario.
Sobre la avenida Vélez Sarsfield, los sabuesos hallaron una “citroneta” estacionada, con un agente de los servicios que manipuleaba un equipo de audio ultramoderno. Burzaco tenía razón: alguien había ordenado esas escuchas ilegales para saber qué diálogos tenía el director del diario. No hubo denuncia judicial, ni arrestos, pero la “citroneta” no volvió a aparecer por el barrio.
La obsesión del radicalismo por “manejar” a la prensa venía desde lejos. En cien años jamás habían logrado tener un diario propio. Más aún, siempre los perturbó la leyenda del “diario de Yrigoyen”, que le escribían al presidente para enajenarlo de la realidad.
También los atormentaba el final de Arturo Illia, cuyo derrocamiento se lo endosaban a la pérdida de imagen urdida por las ironías de la prensa y los humoristas. “Hicimos muchas cosas, pero no las sabemos difundir”, se consolaban a sí mismos los alfonsinistas cuando estaban en problemas.
En un informe especial de la revista Somos en 1988 se consignaba cómo el gobierno controlaba u orientaba canales de televisión, radios y medios gráficos. La política oficial televisiva era “más bien confusa”, según la revista. “Porque no hay una política, sino feudos, como en el tiempo de los militares en que cada fuerza manejaba un canal. La Coordinadora, que responde a Nosiglia, maneja el 13; los históricos de la provincia de Buenos Aires —Moreau—, el 11. Y ATC, después de la gestión Casasbellas, que respondía a Caputo, quedó en manos de Jorge Neder (responde a Carlos Becerra) y de Julio Fernández Cortés, que responde a Fredi Storani.”
Si bien Nosiglia y sus compañeros digitaban los canales capitalinos, la situación se les volvía ingobernable con la prensa gráfica. Joaquín Morales Solá, quien por entonces era columnista político de Clarín, recuerda que él y muchos otros periodistas trabajaban muy contenidos porque recibían del gobierno el mensaje de la fragilidad del sistema democrático: “Es cierto que había un grupo de militares carapintadas dispuestos a todo, pero muchos radicales chantajeaban con esa información”.
Al referirse a Nosiglia, en su libro Asalto a la ilusión, Morales Solá fue contundente: “Hay políticos peores, pero él es víctima de su propio defecto: no tolera cerca ningún periodista que no esté a sueldo de su causa”.
De ese tema también daba fe Raúl Burzaco. Tiempo Argentino después del episodio de las escuchas, el periodista recibió una invitación de Nosiglia para almorzar en el restaurante del Yacht Club Buenos Aires.
El propio Burzaco contó que el Coti fue directo: “Queremos que trabaje para nosotros, por el sueldo no se haga problema”. Según el entonces director de Tiempo Argentino, esos almuerzos se repitieron en dos ocasiones más, con el mismo ofrecimiento que él desistía con una sonrisa: “El Coti Nosiglia se movía para manejar y controlar los medios de comunicación. Y, en ese juego, pretendió acercarse a Tiempo Argentino y dominarlo desde afuera. Usó muchos subterfugios. El último fue que quería comprarlo. Yo, por supuesto, traté de resistir”.
Es que el Coti tenía muy en claro “el poder” de la prensa. No sólo porque sus familiares habían integrado la cooperativa que editó el diario Tribuna en Posadas, sino también por la traumática experiencia de Illia con los medios de comunicación, cuando su padre Plácido Nosiglia fue funcionario en Salud. Tal vez por eso, el Coti trató de colocar su gente en la que creía una estratégica oficina para bajar línea hacia los medios. En la Secretaría de Información Pública de Alfonsín, tras la temprana renuncia de Emilio Gibaja, recaló Juan Radonjic, hombre leal a Nosiglia aún hoy. El nuevo secretario confirmó en sus puestos a otros dos fieles del Coti: Luis Stuhlman y Oscar Muiño.
Aunque el fracaso comunicativo del gobierno siguió siendo la constante. Por eso, decidieron disolver esa secretaría, que pasó a revistar en el área de Cultura a cargo de Carlos Bastianes. ¿A quién respondía el “Gordo” Bastianes? A Nosiglia, por supuesto.
Hasta 1985, la táctica había sido colocar “periodistas de sus filas en los diarios de oposición”, antes que mantener un diario con los dineros del gobierno. Ante ese fracaso y el incipiente negocio de los medios de comunicación que se abría en la Argentina, Nosiglia decidió apostar fuerte. Siempre desde las sombras, ordenó adquirir parte del paquete accionario del diario Tiempo Argentino.
La historia oficial de Tiempo había comenzado a fines de la dictadura. Luego de dos licitaciones fallidas, el Estado decidió otorgar por decreto las instalaciones de La Opinión, a la empresa Dos de Abril, perteneciente al grupo Bridas, de Carlos Bulgheroni, un empresario muy ligado a la clase militar (también dueño de lo que debería haber sido la fábrica rival de Papel Prensa, Papel de Tucumán) y a dos empresarios de origen alemán, Carlos y Tomás Leonhardt, que tenían una participación minoritaria.
El 17 de noviembre de 1982 se puso en marcha Tiempo Argentino. El diario importaba a la Argentina la tendencia en boga en el mundo: El arrevistamiento. Es decir, un diseño con fotografías a gran tamaño y con suplementos que usaban la técnica de las revistas semanales.
Pero la historia “no oficial” de Tiempo Argentino se remonta a 1952. Para más datos, al 26 de julio, día en que falleció Eva Perón. Ese día había aterrizado en Ezeiza el príncipe Georg von Waldburd-Zeil, que fue enviado de viaje de egresado a recorrer el mundo, tras terminar el colegio secundario. Heredero de una de las familias más ricas de Alemania, Georg amaneció en una Buenos Aires de luto.
Con su compañero de viajes intentó almorzar, pero todos los negocios estaban cerrados por el duelo nacional. Regresó al hotel, pero tampoco tuvo suerte: el restaurante también estaba sin personal. El conserje les pasó a los alemanes un dato salvador: “Si asisten al funeral de Evita, tras pasar el ataúd están entregando comida”. El príncipe no dudó. Y se mezcló con los que hacían cola para ver por última vez a Evita.
“La lluvia no paraba un solo instante. La fila de llorosos se alargaba, zigzagueando bajo un techo de paraguas y de papel de diario. Se calculó que llegaba a medir tres kilómetros. Esperaban diez horas haciendo cola, helados, empapados, hambrientos, a menudo enfermos”, describió la biógrafa de Eva, Alicia Dujovne Ortiz.
Entre ese grupo estaba Georg von Waldburd-Zeil, quien al llegar al vestíbulo donde se exponía a la muerta sintió que la Argentina era un país mágico al que debía regresar. Observó a la mujer cubierta con un sudario blanco y una bandera patria, y se detuvo en el rosario que le habían colocado entre los dedos flaquísimos. Fue una mirada que duró pocos segundos, al instante estaba descendiendo las escalinatas que rodeaban al féretro, empujado por el desfile incesante de descamisados. Tras esa visión que lo impactó, el príncipe recibió lo que tanto buscaba: la vianda, que incluía sándwiches y café, le devolvió el alma al cuerpo.
Treinta años después, Georg von Waldburd-Zeil regresaría a la Argentina para invertir algunos dineros en el diario Tiempo Argentino con el socio local, su amigo Carlos Bulgheroni. Por eso el periodista Ernesto Schoo estaba convencido de que los Leonhardt eran apenas la máscara del verdadero propietario: “No intervenían para nada, salvo en eventos de tipo social. No pusieron plata: eran los testaferros de un grupo militar”. En realidad, Leonhardt representaba los intereses del príncipe y de los Bulgheroni.
En las elecciones de 1983, el diario no disimuló su apuesta a favor del peronismo. Después sufrió la venganza radical. En La patria periodística, Susana Carnevale describe de qué modo ingresó la Coordinadora de Enrique Nosiglia a Tiempo Argentino.
“Tiempo no pasó nunca el tope impuesto: los 60.000 ejemplares que lograra imprimir en medio de frondosas deudas, subsidiadas por el grupo Bridas, habían descendido. Finalmente, triunfaron los impetuosos, ávidos jóvenes de la Coordinadora de la Capital.
Bridas retrocedió. Con un acto reflejo, simultáneo al de sus pies, con las manos retiró los fondos. Por su parte, la juvenil formación ideológica acudió presta a golpear las puertas gubernamentales.”
Extraído de "El Coti" de Darío Gallo y Gonzalo Alvarez Guerrero.
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